En manos del olvido

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La sopa estaba fría pero nadie dijo nada. El ruido de las cucharas rozando la loza solo era interrumpido por las gotas de lluvia que golpeaban el cristal. Podría haber sido un domingo de otoño cualquiera, en una casa cualquiera. Sin embargo, hacía tres años que los cuatro hermanos no nos reuníamos con nuestros padres para comer todos juntos,….

Así comeza ‘En manos del olvido’, relato finalista na categoría de Emotividade do II concurso de Relato Curto sobre Alzhéimer ‘Nun Recuncho da Memoria’.

Autora: Celia Gámez Fernández.

Desfruta o relato:

 

En manos del olvido

Celia Gámez Fernández

 

La sopa estaba fría pero nadie dijo nada. El ruido de las cucharas rozando la loza solo era interrumpido por las gotas de lluvia que golpeaban el cristal. Podría haber sido un domingo de otoño cualquiera, en una casa cualquiera. Sin embargo, hacía tres años que los cuatro hermanos no nos reuníamos con nuestros padres para comer todos juntos.

Dicen que la vida te da constantemente una de cal y otra de arena, algunos piensan que es necesario para que se dé un equilibrio natural en nuestras vidas. Así, nadie es infeliz por completo ni feliz plenamente. Nunca creí en esta teoría, quizá porque mi vida desde la infancia había estado llena de puñados de arena o porque mi mente había hecho un ejercicio de autodefensa, olvidando los de cal en los más profundo de mi subconsciente.

Sin embargo hoy no era un momento feliz. Estábamos juntos para anunciar una separación, la que más nos podía doler a todos. La moneda en su giro había salido cruz y me había tocado a mí pasarme noches enteras pensando cómo se lo iba a decir. Lo tenía delante, parecía muy cansado, casi derrotado por el insomnio. Miré su frente marcada por las preocupaciones y las arrugas de los años, las sienes plateadas, el jersey de lana viejo, los hombros encorvados y manos temblorosas… aun así seguía siendo el hombre más admirado de aquella casa. Nuestro héroe de pequeños. Nuestro padre. Cuando acabe mi dura misión necesito volver a casa sabiendo que elegí las palabras indicadas, que no le hice daño, al menos no más del necesario. Si no es así es posible que mi corazón no vuelva a recomponerse en mucho tiempo. Me levanté de la mesa y me dirigí al sofá, dejándome caer como un plomo. Me pesaba todo el cuerpo…debí elegir cara.

Como el viento, su memoria empezó a ir y venir hace cuatro años y ahora
pasaba más tiempo perdida en algún lugar que aquí. Mi madre era una mujer fuerte, decidida, crio a cuatro hijos prácticamente sola porque mi padre pasaba largas temporadas fuera por cuestiones de trabajo. Parece que fue ayer cuando a mis siete años la vi por primera vez desnuda, se cepillaba su melena negra con gracia y sus curvas perfectas dejaban pasar los rayos de sol por la ventana, reflejándose en mi rostro. Me miraba y sonreía. Seguidamente se colocaba su bata de seda blanca y me llevaba de la mano a la cocina para preparar mi bocadillo de chocolate y el vaso de leche del desayuno. Ahora la veo desnuda casi todos los días, mientras la muchacha que contratamos para que la cuidara le cepilla el pelo canoso de forma autómata y a veces me mira en silencio mientras ayudo a ponerle su ropa de estar por casa…solo que ya no me sonríe ni me coge de la mano. Soy yo quien la agarra del brazo y la acompaña hasta el salón para que desayune. En esos momentos me pregunto si se acuerda de nuestros bocadillos de chocolate, si se acuerda de mí…ya he dejado de preguntárselo. Quiero protegerla. Quiero protegerme.

Miro desde el sofá a mi alrededor. La habitación está repleta de pequeñas
notas pegadas a los muebles y objetos con sus nombres y todo aquello que
consideramos importante. Empezamos con un par de ellas y ahora está todo lleno. Nuestra memoria artificial, lo llama mi hermano menor. Con frecuencia hablamos él y yo del tema. De cómo será levantarse cada día rodeada de gente que no conoces pero se empeña en quererte y en que les quieras. Suplicándole el esfuerzo de un recuerdo, un nombre y si es el mío mejor… pensamos cada uno de nosotros egoístamente. Estos momentos duelen pero se hacen más llevaderos cuando sonríe. Cuando es feliz. Cuando sientes que te quiere aunque no puedas asegurar si porque recuerda que eres su pequeño o porque te devuelve el cariño que le estás dando. Ya no la atosigamos con eso, no insistimos en que no nos olvide, hemos dejado de luchar contra lo imposible. Nos conformamos con la segunda parte, que sea feliz. Y lo es. Con sus amigas, su perrita Lulú, con la terapia de los jueves y sobre todo con papá. He llegado a la conclusión de que el amor es lo único que no se olvida. Cuando él le atusa el pelo, o le pone la rebeca al salir a la calle para que no se enfríe puedo ver el amor, podría casi tocarlo. Lo siento mientras la tranquiliza cuando se excita demasiado por algo, cuando cada día se toma la sopa fría, sin quejarse, porque nunca había tenido que cocinar antes, al besarla cuando cree que no miramos… él sí sabe quién es ella. Supongo que ese es el gran secreto para seguir luchando cada día, para estar a su lado los días buenos y sobre todo los malos. Para no rendirse.

-Qué callado estás- me sorprendió papá por la espalda.

-Es el miedo a ser sincero- le contesté.

Ambos nos miramos con resignada tristeza y esperamos, mirando las notas, que llegara el momento de romper mi garganta.

Cuando mamá se perdió hace una semana fue el peor día de nuestras vidas. La chica encargada de cuidarla no estaba. Acababan de comer y papá se había dormido. Mamá encontró la cerradura abierta y salió a la calle.

Pensé en ello para llenarme de valor y decírselo.

-Nos la llevamos a una residencia.

Me miró sereno pero me pareció escuchar quebrarse su pecho.

-Haré sus maletas. No pondré trabas y yo mismo la acompañaré hasta la
puerta si es lo mejor. Pero que te quede muy claro, os lleváis de mi lado lo
único que da sentido a mi vida. Mi única razón de ser.

No dijo más. Sólo se alejó con caminar cansado por el pasillo…era más que nunca mi héroe.

Desterrado por mi corazón, que ahora me odiaba, me senté en la mesa y seguí comiendo mientras mis lágrimas caían sobre la sopa fría.

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