Pisadas tempranas que despiertan, que se abren paso a la vida, ávidas de recorrerla, de desgastar las suelas, de dejar huella en el camino. A sus espaldas, las pisadas plomizas, más rezagadas y hondas para deleitarse del paseo del último tramo. Con estas palabras comenzaba Isabel Domínguez Luque su relato Allá donde quede una memoria, finalista al Estilo.