“Pero abuelo Cucho regresaba de vez en cuando y ‘abuelo2’ se iba a su tiempo, aquellos eran los mejores días. Mamá comenzó a darle unas pastillas para “que se sintiera mejor”, no sé cuáles, pero no importaba: mientras él estuviera conmigo, era muy feliz. Así que, con el tiempo, desistí de decirle a mi mamá cuál era mi abuelo y cuál no, pues parecía no entenderme. Y, pensándolo bien, si a mi abuelo Cucho le dio por viajar al pasado y cambiar de lugar con ‘abuelo2’, como plan para que mamá no se enterara, yo no iba a sabotearlo”. […]